Territorios en disputa: Agronegocios vs. Agricultura campesina

May 1, 2020 | Artículo Ciencia Digna_N01

Territorial disputes: Agribusiness vs. Farmer-based agriculture.

POR: PALAU MARIELLE
Socióloga, Directora de BASE Investigaciones Sociales y Docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Asunción, Paraguay.

Palabras claves:
Paraguay, monocultivos, crisis civilizatoria, agroindustria.

Resumen

En el año 2003 Syngenta difundió en un anuncio publicitario las intenciones de las corporaciones de los agronegocios para conformar la “República Unida de la Soja” con el norte del territorio argentino y uruguayo, el sur del territorio boliviano y brasilero y prácticamente todo el territorio paraguayo. Del 2003 a esta parte, han ido avanzando en sus pretensiones, lo que implicó una fuerte ofensiva contra las comunidades campesinas e indígenas, ya que gran parte de sus territorios -que históricamente habían estado al margen de la lógica capitalista, en los que se reproducían otras culturas y estaban desti- nados a la producción de alimentos- fueron transformándose en extensos monocultivos destinados a la exportación. Este artículo analiza el avance del modelo y entramado de estrategias que utilizan particularmente en Paraguay, como parte de la lógica de despojo de los territorios, la que se produce en el marco de una profunda crisis civilizatoria, lo que obliga a acelerar los pasos en la construcción de alternativas.

Abstract

In 2003 Syngenta spread in an advertisement the intentions of the agribu- siness corporations to form the “United Republic of Soybeans” with the north of the Ar- gentinian and Uruguayan territory, the south of the Bolivian and Brazilian territory and almost the entire Paraguayan territory. From 2003 to the present time, they have been advancing in their claims. All of this implied a strong offensive against the peasant and indigenous communities, since much of their territories – which historically had been outside the capitalist logic, where they reproduced other cultures and territories were intended for food production- were transformed into extensive monocultures for export. This article will analyze the advance of the model and the various strategies that are spe- cifically used in Paraguay, as part of the logic of dispossession of the territories. Within the context of a deep civilizational crisis that forces the acceleration of steps in the cons- truction of alternatives.

El mito del progreso

Se vive una crisis del sistema capitalista que abarca todas o casi todas las dimensiones de la vida, es una crisis de conjunto que permea los cuerpos, las relaciones sociales, los modos de consumo, los modos de vivir, de producir y de pensar. Tal como lo señaló Lander (2013) “el patrón civilizatorio antropocéntrico, monocultural y patriarcal, de crecimiento sin fin y de guerra sistemá

tica contra los factores que hacen posible la vida en el planeta Tierra, atraviesa una crisis terminal. La civilización de dominio científico-tecnológico sobre la llamada ‘Naturaleza ́, que identifica al bienestar humano con la acumulación de objetos materiales y el crecimiento económico sin medida cuya máxima expresión histórica es el capitalismo, tiene el tiempo contado”.

Está crisis actual, es parte de la propia dinámica del capitalismo, Marx (1848) ya indicaba que “la burguesía no puede existir sino a condición de revolucionar incesantemente los instrumentos de producción y, por consiguiente, las relaciones de producción, y con ello todas las relaciones sociales”, dinámica que tuvo varias especificidades históricas, en que la violencia y el despojo fueron una constante. Ya no solo explota la fuerza de trabajo y expolia todo aquello a lo que otorga valor, sino que inclusive llegó a la mercantilización de la vida misma en la que “la voracidad de la acumulación, favorecida por las grandes potencias de la tecnología capitalista, engullen no solo lo existente sino lo por venir. Las fuerzas apropiativas han crecido exponencialmente llegando a una situación de daño irreversible. Hoy se consume 50% más de la capacidad regenerativa del planeta en una dinámica imparable dentro de su propia lógica” (Ceceña, 2013).

Esta realidad está intrínsecamente vinculada a un patrón de conocimiento con pretensiones universales que se instala con el capitalismo, que se asienta sobre una epistemología basada en la racionalidad instrumental, en el individuo (en masculino) como centro, en el sometimiento de la “naturaleza” considerándola un objeto y separando al ser humano de ella y en el mito del progreso como el eje estructurador, no solo de la lógica productiva, sino también del sentido común.

Esta forma de ver y actuar en el mundo fue avanzando en cada territorio que el capitalismo logró someter a su lógica, implicó la condena a las subjetividades, el combate a otros saberes y otras cosmogonías, el combate a la idea de comunidad, la apropiación individual de lo que hoy llamamos bienes comunes. El proceso de despojo de saberes a los pueblos fue evidenciado cruelmente con el despojo de los conocimientos de las mujeres en el marco de la caza de brujas, que implico además el disciplinamiento de los cuerpos (Federici, 2004) evidenciando así el carácter patriarcal del capitalismo desde su origen mismo. Continuó en nuestro continente cuando los pueblos fueron sometidos a sangre y fuego por los colonizadores, quienes, con la cruz en la mano y espejitos en los bolsillos, fueron instalando en el Abya Yala el discurso del progreso y del desarrollo.

El desarrollo como mito, que continúan pregonando desde el norte, solo fue posible por la expoliación de los territorios del sur;

mito, porque es uno de los espejos que solo refleja la lógica de acumulación desmedida del capitalismo; mito, porque consumir no es sinónimo de bienestar. Mito que logró acallar otras formas de vivir en el Abya Yala que tenían largas historias, otras formas de relaciones sociales y con el entorno, subjetividades de habitar el territorio. Mito intrínsecamente colonial.

Este mito eurocéntrico, con el que se impuso el modelo del (mal) desarrollo, se construyó alrededor del discurso del progreso como eje estructurante y es la base del imaginario occidental, capitalista, colonial y patriarcal. La explotación y el consumo ilimitado de bienes y de la propia naturaleza es su consecuencia inmediata. No solo es difundido sistemáticamente por los medios empresariales de comunicación, sino también cada vez está más presente en las universidades -inclusive las públicasque terminan en muchos casos formando profesionales funcionales a los intereses de las grandes corporaciones. No es patrimonio de la derecha, el “progresismo” lo reproduce y parte de la izquierda lo desea. Desarrollo se volvió sinónimo de progreso, progreso sinónimo de productividad y consumo.

La actual fase del capitalismo se caracteriza por la relevancia de lo que David Harvey (2004) denomina “acumulación por desposesión”, y se caracteriza porque no se basa solamente en la explotación de la fuerza de trabajo, sino principalmente en la apropiación privada de bienes de la naturaleza que se encontraban fuera del mercado y no eran considerados mercancías, incluyendo obviamente la apropiación de territorios. Se caracteriza por actividades que remueven grandes volúmenes de recursos naturales que no son procesados (o lo son limitadamente), sobre todo para la exportación de minerales, petróleo, productos del agronegocios, ganadería y pesca intensiva, se denomina hoy extractivismo (Acosta, 2011) y tiene como particularidad histórica que se basa cada vez más en los avances tecnológicos y en la expulsión de la fuerza de trabajo. Los agronegocios, una de las dimensiones del extractivismo, va avanzando sobre territorios que hasta no hace mucho eran marginales, en los que coexistían los sistemas campesinos de producción con la lógica del mercado capitalista. Esta ofensiva -al menos en Paraguayse

inicia en la década del 60 con la llamada revolución verde, los monocultivos van expandiéndose y las prácticas campesinas van siendo desechadas con el discurso del progreso y la productividad.

La etapa de los agronegocios, en la segunda mitad de los años 90s del siglo pasado, penetra utilizando como una de las estrategias facilitar la compra de mercancías que antes no eran ni necesarias ni accesibles, obligando así al campesinado a priorizar los cultivos de renta, para abonar la cuota de la moto, el teléfono celular o algún electrodoméstico, siempre con la ilusión del progreso. Sin embargo, el acceso de estas mercancías tuvo algunos impactos positivos, alivianó en parte el trabajo doméstico, permitió el almacenamiento y procesamiento de alimentos, entro otros. Sin embargo, una vez más, tal como Marx (1848) lo indicó al analizar la expansión de la burguesía “los bajos precios de sus mercaderías constituyen la artillería pesada que derrumba todas las murallas… Obliga a todas las naciones, si no quieren sucumbir, a adoptar el método el modo burgués de producción, las constriñe a introducir la llamada civilización”.

Que vastos territorios vayan siendo apropiados para satisfacer las demandas del norte global y potenciar el negocio de sus empresas, tiene nefastas consecuencias directas para las poblaciones rurales por la dependencia alimentaria, por la pérdida de semillas nativas y criollas y por la sistemática violación a los derechos humanos y de la naturaleza, aunque ellas sean las víctimas directas, atenta contra los derechos también de las poblaciones urbanas, dado que son consumidores de alimentos transgénicos contaminados con agrotóxicos. El costo de este modelo hegemónico impuesto por el gran capital va destruyendo comunidades apropiándose de sus territorios, “reconvirtiéndolos productivamente”. En los últimos años -al menos en Paraguayya se apropiaron del 50% del territorio campesino y una dinámica similar ocurrió en lo que ellos pretenden que se convierta en la “República Unida de la Soja”.

Cuadro 1. Avance territorial de la soja en la región (hectáreas)

AñoArgentina2Bolivia3Brasil4Paraguay5Uruguay6Total
2002-200312.606.850682.39318.475.0001.550.00078.90033.393.143
2003-200414.526.610803.35621.376.0001.936.623247.10038.889.689
2004-200514.400.000939.45623.300.0002.009.474278.00040.926.930
2005-200615.393.474949.11422.750.0002.227.487309.00041.629.075
2006-200716.141.337987.25420.686.0002.429.796367.00040.611.387
2007-200816.608.935841.65121.314.0002.644.856450.00041.859.442
2008-200918.042.900944.62321.741.0002.524.649577.80043.830.972
2009-201018.343.940931.43623.466.0002.680.182863.00046.284.558
2010-201118.902.2601.034.23524.182.0002.870.539862.00047.851.034
2011-201218.670.9401.106.02525.043.0002.957.408883.70048.661.073
2012-201320.035.5701.276.34327.736.0003.157.6001.050.00053.255.513
2013-201419.781.8101.282.45530.173.0003.254.9821.321.40055.813.647
2014-201519.792.1001.322.99232.093.0003.264.4801.334.00057.806.572
2015-201620.479.0901,336,0433.229.0003.264.4801.140.00058.112.570
2016-201718.056.4601,263,80233.909.0003.380.0001.089.00056.434.460
2017-201817.128.230954.00035.152.0003.400.0001.090.00057.724.230

Fuente: elaboración propia en base a datos del INTA (Argentina), INE (Bolivia), CONAB (Brasil), MAG (Paraguay) y MGAP (Uruguay).

La República Unida de la Soja

El avance del modelo de los agronegocios fue justificado por los actores del agronegocio con varias excusas, la principal fue la de producir alimentos y paliar el hambre del mundo, sin embargo, el 70% de la población mundial “acude a la red alimentaria campesina para obtener la mayor parte o todos sus alimentos” (ETC, 2017: 12). El objetivo real no es para nada altruista: pretenden el control de la alimentación global; para ello es imprescindible controlar los territorios y principalmente las semillas, que contienen no solo la capacidad productiva de la vida misma, sino también los saberes de los pueblos.

A pesar de las falacias de su argumentación, con el apoyo y la complicidad de los gobiernos, independientemente a si fueran progresistas o explícitamente neoliberales, han logrado aumentar en estos 15 años en más de 24 millones de hectáreas el territorio dedicado al cultivo de soja transgénica. Tal como puede observarse en el Cuadro 1, en el 2003 las mismas alcanzaban un poco más de 33 millones de hectáreas, en el año 2018 alcanzan casi 58 millones en la región. Una expansión altamente significativa, sobre todo si se tiene en cuenta que no se están incluyendo otros cultivos transgénicos que han sido liberados comercialmente, tales como el maíz y el algodón. Una expansión alarmante si se tiene en cuenta que el 32% de los 181 millones de hectáreas7 de la superficie sembrada con organismos genéticamente modificados a nivel mundial, están en lo que ellos denominaron “la República Unida de la Soja”.

Este crecimiento corresponde principalmente al cultivo de soja que fue el primer rubro en aprobarse en todos los países analizados, aunque también en los últimos 15 años se aprobó la utilización de otros organismos genéticamente modificados. Si bien la soja es el principal cultivo en extensión, no es el único, ni es el rubro del que se han liberado para su uso comercial la mayor cantidad de semillas genéticamente modificadas. Tal como puede observarse en el cuadro 2, existen 173 autorizaciones para cultivo comercial de semillas genéticamente modificados en la región, siendo las principales las de maíz, soja y algodón; seguidos de otros productos tan o más peligrosos para la salud humana y la biodiversidad, particularmente la papa -un producto altamente consumido en la dieta diaria de la población-, así como los eucaliptos transgénicos que posiblemente sean utilizados en el marco de pomposas campañas de reforestación, sin estudios que demuestren que su presencia no traerá un impacto negativo para las comunidades y el ambiente.

Cuadro 2. Transgénicos liberados comercialmente en la región (2018)

CultivoArgentinaBoliviaBrasilParaguayUruguayTotal
N%
Maíz28
44191010158,4
Soja14116353922,5
Algodón4
166
2615,0
Papa2



21,2
Caña de azúcar

1

10,6
Eucalipto

1

10,6
Porotos

1

10,6
Alfalfa1



10,6
Cárcamo1



10,6
501792815173100

Fuente: elaboración propia en base a datos del Inta (Argentina), INE (Bolivia), CONAB (Brasil), MAG (Paraguay) y MGAP (Uruguay).

Tal como lo señalaban desde Grain ya en el año 2013 “los impactos del ́modelo ́ no reconocen fronteras entre el campo y la ciudad y se sienten profundamente en ambos espacios: las poblaciones fumigadas en los territorios rurales y en las zonas periféricas de las ciudades, las y los campesinas/ os desplazadas que día a día migran para engrosar los cordones de pobreza de las grandes urbes, las economías regionales destrozadas con su correlato de los altos precios de los alimentos en las ciudades, los alimentos contaminados enfermando a unos y a otros”8. Estos impactos se han ido profundizando y agravando.

Este modelo está directamente orientado a beneficiar a las grandes corporaciones del sistema agroalimentario mundial, que como ya se señaló engaña con su discurso de que pretende disminuir el hambre del planeta y continúa avanzando con el discurso del progreso como principal legitimador. Tal como lo señala ETC Group (2017) “produce cantidades inconmensurables de comida, pero solo alimenta a menos del 30% de la población mundial” utilizando el 75% de la tierra agrícola del planeta, siendo uno de los principales responsables del cambio climático, dado que además de destruir anualmente “7,5 millones de hectáreas de bosques”, consume el 90% de los combustibles fósiles y el 80% del agua dulce. Además de esto, los países que van siendo desbastados ni siquiera obtienen una “compensación” razonable, no solo por los privilegios tributarios, como los que tienen en nuestro país, sino porque, además, tal como lo explica Verónica Serafini (2017) por la “facturación fraudulenta” para evitar el pago de tributos.

Tal como puede observarse en el siguiente cuadro, tomando en cuenta las autorizaciones recibidas por las empresas, se tiene que actualmente Bayer/Monsanto controla en la región casi el 44% del mercado de semillas transgénicas (cuando aún no se había dado la fusión le correspondía a Monsanto el 34% y a Bayer el 9,8%), seguidas por Syngenta, Dow Agrociencies y Dupont. Un 6% está en manos de otras transnacionales menores, un 4% corresponde a semillas cuya liberación fueron solicitadas por más de una transnacional. El peso de las empresas de algunos de los países analizados no llega al 7%. Este acaparamiento de las semillas se orienta directamente a tener un control absoluto de la alimentación del planeta, a la homogenización cultural, alimentaria y productiva, para ello necesitan destruir la agricultura campesina, privatizar las semillas y criminalizar su tenencia, y fundamentalmente apropiarse de sus territorios.

El discurso legitimador del modelo extractivista de los agronegocios quiere convencer a toda la población que es el único modelo posible, sin embargo, solo 29 países9 de los 193 miembros plenos de las Naciones Unidas cultivan transgénicos, solo el 15% pone en riesgo la salud y la vida de su población y autodestruye lo más preciado que tienen, sus aguas, sus bosques y su diversidad biológica.

Cuadro 3. Autorizaciones de eventos transgénicos (OGMs) aprobados por país según empresa solicitante (2018)

EmpresaArgentinaBoliviaBrasilParaguayUruguayOGMs
N%
Bayer/Monsanto (A1)28
44191010158,4
Syngenta (Suiza)14116353922,5
DAS (USA)4
166
2615,0
Dupont (USA)2



21,2
Otras transnacionales

1

10,6
Transnacionales mixtas

1

10,6
Empresas locales

1

10,6

Fuente: elaboración propia en base a datos del Inta (Argentina), INE (Bolivia), CONAB (Brasil), MAG (Paraguay) y MGAP (Uruguay).

Sin que los pueblos lo supieran la propaganda de Syngenta del año 2003, fue la corneta de antaño que anunciaba el inicio de la batalla, de una batalla contra el campesinado. A pesar de ello, muchas son las organizaciones que van evidenciando que solo la soberanía alimentaria y la construcción de un modelo productivo alternativo, orientado a las necesidades de las poblaciones y respetando la naturaleza, puede garantizar los derechos de las amplias mayorías y de la naturaleza misma, contribuyendo sustantivamente al enfriamiento del planeta (Grain, 2016).

En el marco de este avance en el cual el territorio aparece como el objetivo central, va avanzando el patentamiento de la vida misma, la mercantilización de bienes comunes y saberes ancestrales, la pérdida de semillas nativas, el ecocidio en todo ese vasto territorio del sur del continente, y una cada vez mayor dependencia alimentaria, porque se trata justamente de eso, de controlar el sistema agroalimentario mundial.

Mecanismos de despojos

En el marco de este avance en el cual el territorio aparece como el objetivo central, va avanzando el patentamiento de la vida misma, la mercantilización de bienes comunes y saberes ancestrales, la pérdida de semillas nativas, el ecocidio en todo ese vasto territorio del sur del continente, y una cada vez mayor dependencia alimentaria, porque se trata justamente de eso, de controlar el sistema agroalimentario mundial.

Las corporaciones del agronegocio han ido conquistando territorios campesinos e indígenas con múltiples estrategias de despojo que combinan el consenso y la coerción, e intensifica una de estas dimensiones dependiendo del momento y del sector social. Acompañada siempre de una fuerte campaña de estigmatización por parte de los medios empresariales de comunicación que descalifican sistemáticamente los modos de vida y de producción campesina e indígena, y sobre la cual se asienta el discurso hegemónico y la apología al desarrollo y el progreso. Además, cuenta con la complicidad de los gobiernos que en varios de los países financian la infraestructura que necesitan y flexibilizan los marcos normativos para que les sean funcionales, quizás uno de los peligros más inmediatos sea el acuerdo Mercosur-Unión europea que se pretende aprobar.

Las estrategias directas para la apropiación de los territorios son múltiples, ya sea el poder del dinero, eliminando las condiciones de vida en las comunidades, provocando intencionalmente el endeudamiento de campesinos y campesinas para obligarlos a que abandonen sus tierras o directamente con asesinatos y la criminalización a sus referentes.

Una de las estrategias es la violencia en sus múltiples dimensiones. Se extorsionó a miles de familias campesinas ofreciéndoles un “buen precio” por sus tierras, las familias que ante la inexistencia de políticas públicas de apoyo a su producción quedaron obnubiladas con un monto de dinero que jamás habían visto y las vendieron de buena gana con la esperanza de que mudándose a la ciudad más cercana su futuro sería mejor. Esta estrategia no dio resultados por mucho tiempo, saber que el dinero de quienes lo habían aceptado se esfumó rápidamente y que vivían en peores condiciones que en su chacra, en la que el alimento básico no faltaba porque lo producían ellos mismos con las mejores semillas de la cosecha anterior, obligó a intensificar la segunda estrategia: eliminar las condiciones de vida.

Comunidades que habían quedado cercadas de extensas plantaciones de soja transgénica, fueron -y siguen siendofumigadas con agrotóxicos, esta es otra de las estrategias implementadas. No se cuentan en Paraguay con datos sobre la cantidad de casos de intoxicación, cuando recurren a los centros de salud, el personal médico se limita a registrar los síntomas, pero no las causas. Sí se han denunciado por parte de organizaciones campesinas la muerte de tres menores: Silvio Talavera (2003) y Adela y Adelaida (2016). Asimismo, están comprobados los terribles impactos para la salud, como el aumento de cáncer, alergias y daño genético en quienes viven en comunidades con estas características. Las condiciones de vida también se eliminan cuando las fuentes de agua se contaminan, al igual que los productos de las huertas, las chacras o los animales menores van muriendo, obligando a pobladores y pobladoras a buscar refugio en zonas urbanas. Esta estrategia continúa con la absoluta complicidad del Estado que ni siquiera hace respetar la débil legislación ambiental.

Una estrategia un poco más “sofisticada” viene siendo implementada en los últimos años. El Estado disfraza de política de apoyo a la agricultura campesina un perverso plan para convertirlos en productores de commodities, facilitándoles el acceso al paquete tecnológico, a sabiendas que en pocas hectáreas no reditúan ganancias. Existe otra variante de esta estrategia, promover cultivos alternativos prometiendo precios que jamás se cumplen. En ambos casos las familias campesinas contraen deudas, colocando sus tierras como garantías, siendo así apropiadas cuando no pueden pagar los compromisos asumidos.

La criminalización y la judicialización a la lucha campesina, es la última -y no por eso la menos preocupanteestrategia identificada. En Paraguay la tenencia de la tierra es una de las más desiguales del planeta, el 3% de las fincas son poseedoras del 85% de las tierras, y se podría afirmar que el problema estructural del país, que continua con una población rural relativamente alta (40%). Esta estrategia de disciplinamiento social ha ido mutando, en los últimos años han disminuido los asesinatos y han ido en aumento las condenas carcelarias. A le fecha se tienen registrados -en el periodo 1989 y 2013125 casos de campesinos muertos en el marco de la lucha por la tierra o de resistencia a los agronegocios, y entre los años 2013 y 2015, 460 personas imputadas, 273 detenidas, 39 condenadas y en prisión (Areco y Palau, 2016).

Estas estrategias de apropiación directa del territorio vienen acompañadas de una institucionalidad extractiva: políticas públicas, adecuación de los marcos normativos, megaproyectos regionales (siendo el más preocupante el IIRSA) y nuevos tratados internacionales. Las empresas por su parte, se “pintan de verde” con costosas campañas publicitarias pretenden convencer a la población de las bondades de los transgénicos y de que apoyan el desarrollo sustentable de las comunidades y respetan la naturaleza, siendo la responsabilidad social empresarial, el engaño de la soja responsable, sus principales banderas.

Con las poblaciones urbanas la estrategia es distinta; es mucho más disuasiva y se orienta principalmente a la legitimación del mito del desarrollo justificando los agronegocios con el supuesto objetivo de alimentar al mundo, cuando es justamente la agricultura campesina que pretenden aniquilar la que genera el 70% de los alimentos en solo el 15% del territorio a nivel global. Sin saberlo, las poblaciones urbanas al adquirir alimentos de la cadena agroindustrial están pagando por su propio envenenamiento.

El modelo de los agronegocios está destruyendo las condiciones de vida de quienes habitamos en lo que ellos decidieron llamar “la República Unida de la Soja”. Lo que queda de bosques va siendo arrasado con un aceleradísimo ritmo de deforestación, las semillas criollas y nativas se van perdiendo y va ganando terreno la lógica de la homogenización transgénica, la biodiversidad, es decir, la vida misma se va perdiendo. Por citar un ejemplo, solo en Paraguay existen al menos 116 aves en peligro de extinción.

Como si todo esto no fuera suficiente el modelo de los agronegocios es uno de los principales responsables del cambio climático (ETC, 2017 y Grain, 2016), ante lo cual los gobiernos en lugar de frenarlo buscan paliarlo con tecnología. Con esa tecnociencia al servicio de las grandes corporaciones que cada vez se aleja más de esa ciencia digna pregonada por Andrés Carrasco10 y que va siendo recuperada por diversos colectivos de científicas y científicos en nuestro continente.

Re-existencia y alternativas desde los pueblos

La agricultura campesina, no solo contribuye al enfriamiento del planeta y alimenta a la gran mayoría de la población mundial, contiene también un gran cúmulo de saberes ancestrales que han logrado resistir a la colonización de antaño y al actual proceso de neocolonización. Con estas semillas en las comunidades se van gestando alternativas de re-existencia (Porto Goncalvez, 2002), en las que van logrando resistir el embate actual y al mismo tiempo

avanzar en la construcción de la soberanía alimentaria. Enseñan que las alternativas no son construcciones de laboratorios académicos o políticos, sino estrategias concretas que van surgiendo y afianzándose en las comunidades. Muchas de ellas son imperceptibles desde los centros urbanos, el crecimiento de la producción agroecológica, las ferias de intercambios de semillas y de alimentos sanos, el procesamiento de la producción a escala local y los espacios propios de formación van creciendo y reproduciéndose en diferentes movimientos, organizaciones y comunidades (Agosto y Palau, 2015). Construcción que va siendo acompañada -aun tímidamentepor colectivos urbanos que, siendo parte de esta nueva red de alimentación, van tendiendo puentes entre el campo y la ciudad. Si bien son procesos de construcción aún fragmentados, se van reproduciendo, y se van combinando iniciativas comunitarias con propuestas políticas que tensionan los límites establecidos por los Estados, aun con la experiencia del carácter de clase de estos y del servilismo a los intereses de las oligarquías locales y de las grandes corporaciones, van exigiendo derechos y tensionando los límites de la democracia formal. Teniendo en cuenta el caso paraguayo, se puede señalar que en el marco de las estrategias de resistencia se realizan denuncias de los atropellos que sufren ante instituciones, que en lugar de atenderlas hacen caso omiso a las mismas; se presentan propuestas a los gobiernos tanto locales como nacionales, pero fundamentalmente es manteniendo sus formas de vida y de producción, evidenciando cada vez con más fuerza el rol central que cumplen en las sociedades y la necesidad de transformar el actual modelo productivo para continuar avanzando en la construcción de la soberanía alimentaria.

La fragmentación no se da solo en las experiencias de re-existencias, también en los sujetos. Van emergiendo actores colectivos territoriales que se movilizan por la defensa de su río frente al avance de los arrozales, se movilizan contra la fumigación a su escuela o a su comunidad, se movilizan por la defensa de su campo comunal, se movilizan por la aprobación de una ordenanza municipal que proteja a un determinado asentamiento campesino. En algunos casos estas luchas se articulan con movimientos campesinos preexistentes, en otros tienen una dinámica distinta que no siempre es visibilizada.

Frenar el avance de “la República Unida de la Soja” y la defensa de los territorios de la agricultura campesina frente a la ofensiva de los agronegocios -que ya se han devorado en Paraguay casi el 50% del territorio campesinono es solo tarea de quienes cultivan la tierra y con ella mantienen vivos saberes y otras formar de reproducción de la vida cotidiana. Ir desmontando la “República Unida de la Soja” es quizás una de las tantas luchas imprescindible que debe convocar a todos los sectores anticapitalistas, la defensa y la re-existencia en estos territorios campesinos, debe implicar la superación de las relaciones patriarcales que se reproducen en esos territorios, el reconocimiento de su trabajo y el acceso a la tierra, son quizás los dos primeros pasos en este caminar.

En este lento caminar han avanzado en la recuperación de lo que muchos pueblos del Abya Yala denominan “el Buen Vivir”, como una alternativa al planteamiento desarrollista, modernista, economicista y lineal. En la cosmovisión guaraní ser humano (yvypora) se dice tierra con espíritu, es decir, las personas somos tierra, somos naturaleza. Recuperar y potenciar estas otras formas de pensarnos como humanidad, el Sumak Kawsay o Suma Qamaña, la utopía guaraní del Yvy Marãe’ỹ (tierra sin mal) son probablemente insumos básicos -aunque ancestralespara la superación del capitalismo colonial y patriarcal del que muchas veces parece no haber salida, y que, sin embargo, desde hace mucho tiempo las comunidades ya vienen avanzando.

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