STEVIA de Santiago Liaudat

Dic 14, 2022 | Artículo Ciencia Digna_N02

Reseña por Alicia Massarini

Stevia de Santiago Lliaudat, es un libro muy atractivo que ilustra cómo un bien común de la naturaleza, una planta nativa, se constituye como una mercancía global. En su recorrido, el autor, asumiendo un abordaje multidimensional, complejo, no lineal, explora detalladamente un caso relevante para nuestra región Latinoamericana, ya que es representativo de una modalidad de apropiación característica de esta etapa extractivista del capitalismo globalizado, en una nueva ola de acumulación por despojo.

Partiendo del caso particular de Stevia, el libro explora y recorre la problemática, de manera integral, en clave del PLACTS (Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Sociedad). Porque el autor asume el desafío de la complejidad desde un enfoque sistémico, reconociendo y jerarquizando niveles, atendiendo a sus diferentes lógicas y dando cuenta de sus interconexiones, a la manera de Rolando García. Porque al mismo tiempo, el enfoque interdisciplinar remite a un modelo de cómo hacer ciencia, focalizándose en torno a problemáticas, articulando distintos marcos disciplinares, sus bordes y sus articulaciones; a la manera de Varsavsky. La historia, la epistemología, la economía, la biología, el campo CTS (ciencia-tecnología y sociedad) y sus conexiones, están presentes oportunamente para dar cuenta de una trama que sostiene las reflexiones, las conclusiones y las preguntas que aporta esta investigación.

Es destacable, un aspecto muy poco frecuente en la investigación académica, que es la presencia explícita de la postura ideológica, política y ética que orientan la reflexión de Santiago en torno a la problemática. Y a la manera de Oscar Varsavsky, la explicitación del “para qué” de esta investigación. Todo lo cual resulta muy valioso para habilitar la reflexión crítica sobre sus marcos teóricos, sus hipótesis, sus conclusiones, a la hora de abrir debates, ya sea desde los consensos, descubrir los matices o para señalar disensos.

Particularmente interesante en el análisis de este caso, es la visibilización de los sutiles y variados procesos que intervienen en la apropiación por parte de los grupos de poder del mercado global, de los conocimientos locales (tanto de aquellos que son patrimonio de las comunidades originarias, como en algún sentido, los que son construidos por instituciones científicas periféricas). Resulta muy contundente y esclarecedora la caracterización del rol de la ciencia, a la que el autor define como: “un modo de producción de conocimientos fuertemente regulados por centros capitalistas industriales, que coadyuvó a través de una política presuntamente neutral basada en la libertad de investigación, a la mercantilización de la naturaleza y los conocimientos, profundizando las desigualdades globales”. Y en ese contexto problematiza supuestos naturalizados sobre su neutralidad, objetividad, y su universalidad, cuando expone y analiza las consecuencias de las asimétricas relaciones centro-periferia en el ámbito de la producción de conocimientos científicos y tecnológicos.

En ese recorrido, es muy rico el análisis de la figura de Bertoni, el primer científico que nombra y describe a la planta en el lenguaje de la ciencia y en idioma europeo, quien a pesar de sus buenas intenciones y su ideología americanista, da comienzo de ese modo a un proceso irreversible que deviene en la mercantilización de Stevia. Así se advierte que, como propone Foucault en “Las palabras y cosas” y Mary Louise Pratt en “Ojos imperiales”, la primera operación para garantizar la apropiación es renombrar, como si aquello que se nombra –usando el sistema de la ciencia occidental- no tuviera historia ni territorio. El análisis de este caso va mostrando cómo la ciencia es una pieza clave en el proceso de apropiación y mercantilización tanto de los bienes naturales y materiales de los pueblos originarios, como de aquellos saberes cultural y territorialmente construidos por cientos de generaciones, mediante un proceso extractivo que se cristaliza a través de la privatización del conocimiento y la mercantilización de la vida mediante patentes.

Partiendo de esa primera intervención irreversible de la ciencia periférica y luego central, y a través de diversas operaciones y mediaciones de apropiación, una planta sagrada, medicinal, valorada y cuidada por las comunidades guaraníes que habitan en su hábitat endémico, da lugar a una mercancía global altamente tecnificada. Y aquí además de la ciencia, el relato explora minuciosamente la compleja trama de actores, en la que intervienen mediadores, intermediarios y apropiadores.

Queda pendiente sin embargo el desafío de indagar con mayor profundidad la circulación de los conocimientos ancestrales y colectivos de las comunidades guaraníes, en su contexto histórico, territorial, cultural y en sus percepciones y posiciones actuales. Y para ello no será suficiente con la interdisciplina. El autor hace referencia a la negación de los saberes de los pueblos originarios. Es aquello que Boaventura Sousa Santos ha dado en llamar el pensamiento abismal: de este lado del abismo los saberes occidentales (la ciencia, el derecho), del otro lado: el desierto, la ignorancia. Este andamiaje es, en buena parte, el que naturaliza y sustenta el despojo. Y las ciencias en toda su diversidad no alcanzan para tender un puente que permita superar ese abismo. Se requiere entones que intentemos lo que Sousa Santos ha denominado “diálogo” o “ecología de saberes”, para construir un nuevo tipo de conocimiento, más plural, más diverso, más complejo.

El libro indaga con detalle y rigurosidad documental los roles, las lógicas y las interacciones entre los diversos actores. Pero los pueblos guaraníes involucrados no se expresan mediante documentos escritos ya que se trata de culturas orales. Para completar la mirada coral que asume esta investigación, sus voces podrían ser una pieza muy valiosa. Especialmente para poder reflexionar sobre aspectos tales como el “derecho al resarcimiento” que de acuerdo con ciertas normativas internacionales podrían reclamar los pueblos productores de conocimientos tradicionales. Cabe preguntarnos, por ejemplo: conforme a la cultura, los valores o las representaciones simbólicas de una comunidad originaria ¿puede existir una compensación económica que repare o mitigue la apropiación y el exterminio de una planta sagrada?

En el mismo sentido, y ampliando la trama de actores será interesante seguir analizando cómo se expresa actualmente la tensión entre los pueblos originarios que habitan la región de origen de la hierba dulce, los pequeños productores agroecológicos, los emprendimientos paraguayos de monocultivo industrial de Stevia y las corporaciones multinacionales, que hoy recurren a una nueva herramienta de la tecnociencia para fabricar los compuestos de la Stevia mediante biología sintética, sin cultivo de la planta, sin agricultores.

Y la idea de una agricultura sin agricultores, nos remite al modelo de agricultura transgénica dependiente de agrotóxicos. Un modelo de negocios que se ha instalado en nuestra región desde los años 90, concentrando la riqueza y las tierras cada vez en menos manos, arrasando con la biodiversidad, la salud de nuestros pueblos y la soberanía alimentaria. Un modelo basado en la apropiación mediante patentes de las semillas que son el resultado del trabajo de cientos de generaciones de agricultores, que son patrimonio colectivo de nuestros pueblos. La tecnociencia de mercado es, sin duda, una poderosa herramienta indispensable para sostener y expandir este sistema de explotación del capitalismo global.

En un contexto en que la ciencia trabaja de manera cada vez más especializada y fragmentada, invisibilizando la mayor parte de los problemas más acuciantes para la sociedad, es auspiciosa la llegada de este libro. Además de su riqueza per se, en tanto abordaje integrador, resulta iluminador para reflexionar sobre las relaciones entre conocimiento y capitalismo en nuestro contexto latinoamericano, invitando a pensar de manera situada, desde nuestros territorios, con “cabeza propia”, como lo dice su autor. Tanto en lo que hace a un necesario y postergado debate social sobre cómo, para qué y para quien hacemos ciencia, como para, en un sentido más amplio, definir los propósitos y sentidos de nuestras políticas en ciencia y tecnología, en relación al tipo de sociedad que deseamos contribuir a construir.

Alicia Massarini