Reseña por Héctor Camilo Ruiz Sánchez.
Susana Ramírez en su libro Cuando la enfermedad se silencia, contextualiza y analiza críticamente la trayectoria de la epidemia del VIH/SIDA en Bolivia. La autora revisa las epistemologías populares, científicas y de política pública sobre las cuales se han construido las respuestas médicas y sociales frente a la epidemia del VIH en el país latinoamericano. Este ejercicio etnográfico e investigativo que la autora lleva a cabo durante varios años, en diferentes lugares y contextos bolivianos brinda una mirada panorámica y profunda que enriquece la literatura latinoamericana sobre VIH. El libro describe desde la óptica de los pacientes y el personal de salud, cómo después de varias décadas los servicios de salud anclados en un sistema de salud fragmentado y emaciado por falta de recursos económicos, técnicos y humanos—especialmente en zonas rurales y empobrecidas de Bolivia—no han logrado consolidar una red de servicios dignos, gratuitos y de fácil acceso para las personas que viven con VIH.
Ramírez, además, desde una mirada anticolonial rastrea y cuestiona las lógicas que ha implantado Bolivia frente al VIH—muy similares a las de otros lugares del Sur Global, las cuales, siguiendo los lineamientos de organismos internacionales han homogenizado los discursos y las políticas para el entendimiento de los orígenes, el diagnóstico y el manejo del VIH. En esta línea la autora plantea conexiones que van más allá de la infección por sangre y fluidos sexuales y plantea elementos tóxicos, como son los ambientes contaminados por la explotación minera y de hidrocarburos o los desechos radioactivos, el estrés causado por las inequidades y las violencias estructurales, y los mismos antirretrovirales (ARV) como potenciales agentes causales de síndromes de inmunodeficiencia. Aquí, si bien creo que es clave la invitación de Ramírez a incorporar en la conceptualización, las prácticas y las políticas de salud pública un entendimiento más amplio sobre las interacciones entre los sistemas inmunológicos humanos con agentes tóxicos de cualquier tipo, creo arriesgado poner en duda la existencia del VIH aduciendo que las herramientas diagnósticas disponibles actualmente no son suficientes. Sin embargo, concuerdo con la autora en que las barreras descritas en el texto para acceder a pruebas diagnósticas confirmatorias en el contexto boliviano, pueden resultar en falsos positivos, lo cual representa un problema sumamente grave. Ahora bien, más allá de esta discusión técnica sobre la eficacia de las herramientas diagnósticas para VIH, la autora plantea una pregunta fundamental sobre las inequidades inmunológicas, a la que creo futuras investigaciones sobre VIH y otras enfermedades ligadas al sistema inmunológico deben tomar en cuenta.
La literatura antropológica sobre el VIH ha descrito como la pobreza y las barreras de acceso a la salud generan cuadros más agudos de VIH. Sin embargo, poco se ha explorado la susceptibilidad de sistemas inmunológicos débiles a la infección por VIH. En este sentido, encuentro pertinente la invitación de Ramírez a explorar las inequidades inmunológicas desde una perspectiva sureña, holística y anticolonial dentro de la cual podamos rastrear críticamente el impacto de los alimentos transgénicos, los herbicidas, la explotación minera y de hidrocarburos, y los desechos tóxicos en la construcción de sistemas inmunológicos diferenciados con desiguales capacidades de respuesta frente al VIH y otras enfermedades. Creo, al igual que la autora, que es momento de empezar a descolonizar los discursos médicos y de salud pública provenientes del Norte Global, promovidos por agencias internacionales que poco dialogan con los saberes y las necesidades locales, y que en muchos casos desconocen las trayectorias tóxicas del capitalismo y el colonialismo y sus efectos en nuestros sistemas inmunológicos.
Finalmente, quiero tocar un punto que la autora elabora en el libro en cuanto a la toxicidad de los ARV. Concuerdo con ella en que es importante amplificar la información y ahondar en la investigación sobre los elementos nocivos de los medicamentos ARV. En esta línea emergen cada vez más estudios las experiencias crónicas de personas que viven con VIH y que se están documentando en varias partes del mundo. En estos se muestra los efectos secundarios y tóxicos de los ARV, especialmente entre personas pobres, tal como lo anota Ramírez para el caso boliviano. Sin embargo, desde mi experiencia investigativa, creo que también es clave reconocer que los ARV son terapias eficaces para evitar y tratar la infección por VIH, y por lo tanto al ser posibilidades para prolongar la vida tienen que ser medicamentos seguros y no tóxicos.
Quiero cerrar esta reseña anotando que este libro representa un avance hacia un cuestionamiento necesario sobre lo que sabemos del VIH. Si bien es cierto que en las últimas décadas hemos visto logros importantes en el entendimiento y manejo del VIH/SIDA, es importante cuestionar los paradigmas que hoy en día rigen nuestras ideas sobre esta enfermedad y es clave pensar en otras posibles conexiones que den luz sobre como el sistema inmunológico responde al virus del VIH en ecologías y poblaciones específicas. Desde mi propio trabajo sobre la epidemia del VIH en Colombia, he encontrado que hacer preguntas contrahegemónicas a los discursos del VIH, que cumplen ya casi 40 años, es un ejercicio fructífero no solo de investigación, sino de conceptualización y acción frente al VIH. Susana Ramírez, con este libro abre un espacio de reflexión crítico y valiente que aboga por el derecho a vivir en comunidades autónomas y libres de elementos tóxicos con posibilidades reales de un buen vivir.
- Libro de acceso gratuito, disponible en este link http://www.publicacions.urv.cat/llibres-digitals/antropologia-medica/11-antropologia-medica/616-cuando-la-enfermedad-se-silencia. ↑